
Para llegar a Bogotá desde España lo lógico, casi lo
único posible, es volar hasta el bullicioso aeropuerto El Dorado, uno de los
más importantes de Sudamérica. Hay vuelos directos desde Madrid y Barcelona.
Nuestro destino está a apenas 15 kilómetros de allí, pero ojo, tenemos que
advertirlo, el tráfico es desquiciante. Tanto los anillos que rodean la capital
como muchas de sus calles sufren atascos kilométricos a diario, así que
vosotros mismos. A todo te acostumbras y basta con echarle algo de paciencia,
pero si vas con el tiempo justo tienes que saber que probablemente esto no te
ayudará. Eso sí, la ciudad es muy grande y para desplazarse de un lugar a otro
a veces no tendrás más remedio. En nuestro caso alquilamos un taxi directamente
en el hotel para que nos guiase todo el día (aunque en nuestro caso no sólo
estuvimos en Bogotá, sino también en los alrededores). Evidentemente es algo más
caro, pero muy seguro y cómodo. El precio tampoco suele ser desorbitado. Un
buen punto de partida puede ser subir en teleférico a Monserrate. A 3.100
metros ofrece fantásticas vistas de todo Bogotá. Se puede subir andando, en funicular
o en teleférico, como fue nuestro caso. Subir y bajar en el funicular o
teleférico son 17.000 pesos colombianos (poco más de 5 euros). Andando es
gratis. La estación está entre la carrera 1 y la carrera 3 este. Desde arriba
las vistas son impagables.
Pero no sólo hemos subido por las vistas. En Monserrate
hay que visitar la popular parroquia de Cristo Confortado, o lo que es lo
mismo, la basílica del señor de Monserrate. Este templo, que ofrece una
especial Semana Santa, es muy popular y cuenta con servicios religiosos
regulares.
También es conocida por sus advocaciones, ya que guarda
en su interior una imagen de la Virgen de Monserrat, una virgen negra que
seguro nos va a recordar a la del mismo nombre que encontramos en Barcelona.
Esto multiplica el atractivo y se calcula que el número de visitantes llega ya
al millón anual.
En lo alto del cerro es también habitual un mercadillo
lleno de ambiente en el que no sólo se puede comprar, sino también comer. El
ajiaco, el tamal o el pan de yuca están al orden del día. Comidas ligeras y
también contundentes.
Claro que si lo que queremos es sentarnos a comer con
tranquilidad en un buen restaurante, también estamos en el sitio adecuado. Con
las mejores vistas de Bogotá en el cerro hay dos restaurantes con mucha
historia que te servirán de avituallamiento. Es cierto que nosotros no los
probamos, pero mala pinta no tienen. En la fotografía de abajo el restaurante
casa San Isidro es el que aparece a la derecha y el de los preciosos ventanales
blancos con vistas es el restaurante Santa Clara.
Al volver abajo, justo enfrente encontramos el barrio de
la Candelaria. Sugerimos adentrarnos en sus calles. Estamos en el punto de
partida del centro histórico. Hay edificios que nos llamarán la atención por su
arquitectura, aunque no todo está bien conservado. Calles empinadas y diversos
mercados en los que la condición social no importa. Podemos elegir alguno de
sus puntos emblemáticos. En nuestro caso fue el museo de Botero, que está en la
calle 11. El interior del edificio merece la pena, con un precioso patio y una
serie de obras de arte de personajes como Renoir, Degas, Klimt, Monet, Matisse,
además de las pinturas y esculturas de la colección de Fernando Botero.
Si seguimos bajando encontraremos el punto final de
nuestro recorrido, el centro neurálgico de Bogotá, el lugar dónde se encuentran
sus edificios más representativos. Es la plaza de Bolívar. Situarse en su
centro y mirar alrededor es tener Colombia en tu mano. En la plaza se ubica,
por ejemplo, el Palacio de Justicia, lugar en el que está la Corte Suprema. Un
edificio que ha soportado multitud de revueltas e incluso su destrucción en
1985 y posterior reconstrucción.
A su lado se encuentra la catedral, conocida como la
Catedral Primada de Colombia, construida en el siglo XIX y rodeada de edificios
religiosos, casi presidiendo la plaza. Por supuesto su interior se puede
visitar sin ningún problema.
El Palacio Liévano es otro edificio que seguro te llamará
la atención. Es la sede de la Alcaldía Mayor de Bogotá, vamos el Ayuntamiento.
Un edificio alargado diseñado por un arquitecto francés. En su interior 24
placas explican la historia de la ciudad.
No nos podemos olvidar del Capitolio Nacional, la sede
del Congreso de la República, un sobrio edificio con columnas en su frontal y
que también posee una larga historia, ya que tardó en construirse casi 80 años.
Te recomendamos que no sólo disfrutes de su frontal, sino que salgas de la
plaza y lo rodees, ya que cuenta con varios patios interiores a sus espaldas a
los que se puede acceder. También a sus espaldas está la Casa de Nariño, que es
la residencia oficial de los presidentes colombianos.
Pues ya lo ves, todo esto casi sin salir de una plaza.
Una acumulación de lugares que visitar que, teniendo en cuenta el tráfico, te
va a venir muy bien. Insistimos en que Bogotá es una gran urbe con muchas cosas
que ver, así que decir que con esto es suficiente sería pretencioso, pero sí
que puede ser un buen punto de partida y no se tarda mucho en verlo todo, porque
está muy cercano. Nosotros no teníamos mucho tiempo porque también pudimos
disfrutar de otros lugares de Colombia como Zipaquirá y su catedral de sal, el
increíble Andrés Carne de Res, la preciosa ciudad de Cartagena de Indias o el
Caribe Colombiano de la Isla de San Andrés. Pero eso es otra historia y la
contaremos otro día.
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