La costa norte española alberga mil y una sorpresas,
lugares llenos de encanto, cercanos al mar y a la montaña. No hace falta
recurrir a las grandes ciudades para disfrutar del viaje, bien al contrario, en
los recorridos más serpenteantes suelen aparecer las mejores recompensas para
el visitante. Castro Urdiales es un pueblo cántabro y geográficamente casi
vasco, ya que está a 75 kilómetros de Santander y a tan sólo 35 de Bilbao, lo
cual a nosotros nos vino muy bien, porque esa mañana buscábamos una última escapada
antes de coger en el aeropuerto de Loiu el vuelo de vuelta a casa. Tras mirar
casi tanto al puente colgante de Portugalete como a nuestro móvil para decidir
a dónde ir, acabamos apostando por Castro Urdiales. Aquí están las razones por
las que no nos arrepentimos.
Llegar a Castro Urdiales no es muy difícil. Está a apenas
40 kilómetros del aeropuerto de Bilbao, el de más tráfico de la zona, y a unos
65 del de Santander, el aeropuerto Seve Ballesteros, que ha crecido mucho en
los últimos años. El autobús semidirecto que une ambas capitales también puede
dejarte allí. Castro tiene algo más de 30.000 habitantes y está rodeado de
parajes naturales magníficos, incluyendo acantilados y zonas de costa únicas.
Si vas con tiempo, explorar la zona es muy recomendable. Nosotros nos
centraremos en el casco urbano. La foto que ilustra la portada es de dos de sus
edificios más señeros. Desde el céntrico paseo marítimo se divisan
perfectamente la iglesia de Santa María de la Asunción y el castillo medieval,
hoy convertido en faro.
La iglesia data del siglo XIII y en su interior cuenta
con un cuadro de Cristo Crucificado obra de Zurbarán. Fue declarada monumento
nacional hace casi 100 años y como es un templo activo, se puede visitar por
dentro o asistir a misa.
A apenas unos metros desafiando al embravecido Cantábrico
se encuentra el Castillo de Santa Ana, que ya hemos dicho que ha sido
reconvertido en faro. Se comenzó su construcción en el siglo XII y desde
mediados del XIX es faro. La casa del farero, que se alojaba en el interior,
fue demolida hace ya tiempo.
Por supuesto el conjunto ofrece impagables vistas del
mar, pero también, más importante aún, de la ciudad. A sus pies está el puerto
y una de las postales más conocidas de Castro Urdiales, que como la de otros
muchos pueblos de la costa, incluye a multitud de pequeños barcos pesqueros
alrededor del puerto.
Es el lugar perfecto para tomar aire puro y disfrutar de
las vistas, incluyendo las múltiples colinas que rodean el agreste paisaje.
Castro tiene todo el encanto del norte, seguro que no te va a defraudar.
El área del puerto acapara los lugares de interés, aunque
desde el alejado muelle de Don Luis también puedes tener una buena panorámica.
Pero aprovechemos la cercanía de todo. Si volvemos sobre nuestros pasos y
enfilamos de nuevo el paseo marítimo, a apenas 300 metros encontramos la Plaza
del Ayuntamiento. El camino es cuesta abajo y está salpicado de marisquerías y
mesones. Y es que la gastronomía aquí es sencilla pero inigualable, otro foco
de atracción.
El ayuntamiento es un precioso edificio con cinco siglos
de historia restaurado en numerosas ocasiones. Domina la plaza sin alardes,
pero destacando, entre otras cosas gracias a su finalización con forma de
torre.
La arquitectura es una razón, quizá inesperada, pero
también poderosa para visitar Casto Urdiales. El estilo de construcción más
típico en el norte está presente en muchos de los edificios y el visitante se
descubre ante unos ventanales que dominan el horizonte. Pero también hay otro
Castro, con fantásticos edificios modernistas que componen un conjunto
declarado histórico artístico en 1978 y que encajan a la perfección con el
resto. En la misma plaza del Ayuntamiento está la popular Casa de los Chelines.
Estos edificios están diseminados por la ciudad. En la
web turística de Castro Urdiales, que te dejamos más abajo, tienes un listado
completo con su ubicación. En pleno paseo marítimo, por ejemplo, precisamente
el punto en el que arrancamos este sencillo trayecto que entre ida y vuelta no
llega al kilómetro, tienes el edificio Salvarrey, con sus torres y su esquina
circular que puedes ver en la parte de la derecha de la siguiente foto. O el
edificio Bristol, con su rojizo característico, justo en el otro extremo de la
foto.
Ya sea mediodía o por la noche te recomendamos que
culmines tu visita con algún pescado fresco del día muy fácil de encontrar, ya
que es la especialidad del lugar. La puerta de entrada a Cantabria o al País
Vasco, según se viaje, contiene lo mejor de cada casa. Una ciudad amigable y
sencilla de visitar que no puedes dejar fuera de tu ruta. A nosotros nos
encantó.
Para planificar mejor tu visita aquí te dejamos algunos
enlaces útiles. Y como siempre, escríbenos, comparte tu experiencia con
nosotros. Sólo eso nos enriquece.
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