Un día perfecto por las salvajes costas de Cádiz





Seguramente Cádiz es una de nuestras provincias favoritas de toda España y tenemos la suerte de vivir muy cerca. La diversidad que hemos encontrado allí es alucinante. Cuna de los típicos pueblos blancos andaluces, tiene una serranía única repleta de bellísimos rincones y unas costas que en muchos casos son salvajes, con algunas de las mejores playas del país y con un ambiente extraordinario. A eso hay que sumarle la gracia y amabilidad de la gente, por lo que planificar días perfectos allí acaba resultando muy fácil. Hoy os proponemos una escapada con distancias muy próximas perfecta para un día cualquiera del año. Es buena la visita tanto en verano como en el suave invierno que aquí se nota algo menos. Acompañadnos en este recorrido que esperamos os deje con ganas de visita por algunos de los pueblos más bonitos de Cádiz y algunos de sus rincones más peculiares.










LA MAÑANA EN TARIFA


Tarifa tiene ese aura especial que quizá estés buscando. Aquí pasan muchas cosas que la hacen única. Es el punto en el que convergen las aguas del Mediterráneo y el Atlántico y es la ciudad europea más cercana al continente africano, a tan sólo 14 kilómetros, así que está en el lugar más estrecho del estrecho de Gibraltar. Todo esto proporciona a Tarifa un clima ventoso famoso en todo el mundo que la convierte en paraíso para los amantes de deportes como el windsurf o el kitesurf. Pese a todo, sus apenas 20.000 habitantes no han perdido sus raíces andaluzas y presumen de un pueblo blanco, sencillo y alegre.



La zona más animada de Tarifa discurre a ambos lados de la calle “Sancho IV el Bravo”. Si vas con coche, puedes atravesarla, pero el margen de maniobra no es muy amplio, tenlo en cuenta. Hay que resaltar que todo el núcleo histórico de Tarifa fue declarado bien de interés cultural en 2003. La calle está llena de terrazas al sol en las que degustar fantástico pescado. Al final se encuentra la Parroquia de San Mateo Apostol, la más grande de la ciudad, un edificio gótico del siglo XVI.


En las callejuelas del casco antiguo hay multitud de restaurantes y negocios relacionados con el surf. No te canses de subir y bajar por calles como Nuestra Señora de la Luz o Jerez, callejea y curiosea en la arquitectura que deja patente la herencia árabe y también el tipismo andaluz.




Todo el centro era una antigua medina cercada por tres puertas. Actualmente sólo se conserva una, la Puerta de Jerez, en el extremo norte de esta calle. Sirve para delimitar el casco antiguo de la zona más moderna.


Vuelve a dirigirte al centro por la calle Colón hasta que divises el Mercado Central de Abastos de Tarifa, un edificio nada modesto con un bello patio interior y un gran mural en la fachada sur. El mercado ha sido remozado y es el punto perfecto para encontrar el pescado más fresco.


A un paso del Mercado, en la Plaza del Ángel se encuentra la sobria y bellísima fachada de la iglesia de San Francisco de Asís. Rodeada de cafés y restaurantes y habitualmente poblada de flores, constituye uno de los rincones con más encanto de la ciudad.


La zona norte del casco es más amplia y permite callejear descubriendo multitud de rincones, pero la zona sur concentra algunos de los puntos concretos más interesantes y muchísimo ambiente. También aquí encontramos fachadas encaladas y calles estrechas que nos sorprenderán.


Uno de los puntos más animados está en la Carcel Real, en las confluencias de las calles Melo y Guzmán el Bueno. Esta antigua casa fue carcel hasta mediados del siglo XX y actualmente es una sala de exposiciones, como reza su placa identificativa. Ha dejado atrás su pasado para convertirse en una pequeña plaza con terrazas que se llena en los días de sol.




Muy cerca, sin apenas posibilidad de perdernos, llegamos a la Plaza de Santa María, un lugar abierto y habitualmente en paz, que cuenta con una preciosa disposición. Diversas pérgolas naturales de hojas nos dan acceso al centro en el que se encuentra una peculiar fuente con ranas. En la plaza se ubica el Ayuntamiento y también la Biblioteca Municipal Mercedes Gaibrois, por lo que el lugar reposa durante los fines de semana pese a estar a un paso del bullicio.



Por supuesto no podemos marcharnos sin dejar de ver uno de los lugares más populares de la ciudad, el Castillo de Guzmán el Bueno. Junto al Puerto de Tarifa y muy cerca de la costa se encuentra este recinto con historia. Al parecer los musulmanes pusieron cerco al castillo y Alonso Pérez de Guzmán prefirió sacrificar a su propio hijo a entregar el recinto. El castillo arrancó su construcción en la época del califa Abedrramán III y está muy bien conservado. La visita al interior cuesta dos euros. En la entrada del castillo hay una estatua a Sancho IV el Bravo. Recordad que también da nombre a la calle que divide el centro histórico de Tarifa.



Si tenéis más tiempo para Tarifa, enhorabuena, no os va a defraudar, porque hay mucho que ver. La ciudad está conectada mediante una calle con la pequeña Isla de las Palomas, el lugar más cercano al continente africano y en la que encontramos vestigios fenicios. Además en vuestro camino pasaréis por el Castillo de Santa Catalina. En Tarifa se pueden realizar multitud de actividades como el avistamiento de cetáceos o el senderismo. Cuenta con playas increíbles como las de Bolonia o Los Lances y en su término municipal están también los restos de la ciudad romana de Baelo Claudia. Pero en las cercanías también hay mucho que ver, así que nosotros proseguimos nuestro viaje.

LA TARDE EN VEJER DE LA FRONTERA

Vejer de la Frontera es uno de los pueblos más bonitos de España. No lo decimos nosotros (que también), sino la asociación que lleva ese nombre, que algo debe saber del tema. Tras una suculenta comida a base de pescado podemos poner rumbo a Vejer. Dista 55 kilómetros, apenas tres cuartos de hora.


Vejer no está en la costa, sino a ocho kilómetros, sobre un promontorio de unos 200 metros de alto que confiere todo el carácter a este núcleo que difícilmente olvidarás. Sus empinadas calles están llenas de belleza y el esfuerzo físico siempre acaba compensando al visitante. Si llegas en coche es buena idea dejarlo en el parking de La Corredera, que quizá sea el más céntrico. Puedes entrar hasta la Plaza de España y moverte por otros sitios, pero aparcar será complicado y no merece la pena. Vejer, poblado desde el neolítico, cayó también en manos de los musulmanes para luego ser reconquistado. En su arquitectura no se esconde su historia, no podría aunque quisiera. Y es muy rica. Está rodeado de murallas que delatan el origen defensivo de la población y que son muy visibles en varias zonas.


Se mantienen las cuatro puertas que adornaban la entrada al recinto amurallado, algunas muy próximas, otras, más distantes, nos dan idea del tamaño. Se trata de las de La Segur, Sancho IV, La Villa y esta que tenéis debajo, el Arco de la Puerta Cerrada.


Todas conservan su forma original. La de la Villa, muy cercana a la Plaza de España, aparece si acaso algo disimulada por el encalado que la acompaña, aunque cuenta con una placa identificativa en el lateral que la delata.


Pero además de eso Vejer de la Frontera cuenta con tres torres, las de San Juan, la Corredera y el Mayorazgo. Podemos ver esta última mientras nos adentramos en la plaza central.


Pese a la apabullante historia que rodea a Vejer, tenemos que decir que lo primero que nos resultó realmente llamativo no tiene nada que ver con esa historia y sí mucho con el presente. Se trata de la Plaza de España, la más popular y céntrica del pueblo, rodeada de restaurantes, con una preciosa fuente central, que hace que los lugareños la conozcan como “Plaza del pescaíto” y el Ayuntamiento al fondo. Junto a la definición de “encantadora” debería aparecer una foto.




Se nos ocurre un punto perfecto para iniciar el recorrido, porque acabamos de comenzar. Hay quien define a Vejer como el más bonito de los pueblos blancos de Andalucía. Se hace acreedor a este título honorífico en cada calle. Y es que se pueden citar lugares concretos, y lo haremos, pero jamás se debe subestimar el simple encanto del paseo. Pese a lo que pueda parecernos, perdernos por el entramado de calles es casi imposible, y siempre descubriremos rincones que compiten en belleza con el anterior. Tras dejar el coche adentraos por la calle Plazuela y girad a la izquierda, hacia Marqués de Tamarón, una pronunciada cuesta hacia la zona alta de la ciudad en la que se encuentra la Casa de la Cultura. La Casa se ubica en el edificio del Palacio de Tamarón, de finales del siglo XVII y acogerá un museo próximamente.


Tras atravesar la Puerta de la Segur, la muralla nos ofrece espectaculares vistas a la campiña, mientras a nuestras espaldas queda la Iglesia del Divino Salvador, mostrándonos toda su grandeza tras un pequeño pozo.

Basta con bordearla para disfrutar de su fachada. La iglesia está construida sobre los restos de una antigua mezquita. Sus inicios datan del siglo XIV y hay una gran variedad de estilos arquitectónicos diferentes. Por su tamaño y ubicación, en la zona alta, es uno de los edificios más visibles y representativos del pueblo.



Iniciamos nuestro descenso hacia el Castillo y a unos pocos pasos llama la atención la fachada del antiguo convento de las Monjas Concepcionistas. Es uno de los edificios más queridos del pueblo, y actualmente alberga el modesto (en tamaño) y a la vez deslumbrante Museo municipal de tradiciones y costumbres. Su interior es un tratado sobre cómo ha sido la vida aquí durante siglos, incluso como sigue siendo. Hay traje típico, aperos de labranza y rudimentarias formas de transporte. Entrar cuesta un euro, una propina.


El convento es también muy popular porque proporciona una de las fotos más características de Vejer. En el lateral se encuentra el Arco de las Monjas un tranquilo pasaje al final del que divisamos la explosión blanca de las casas del pueblo. Sin duda una foto muy codiciada.


Como todo pueblo amurallado que se precie, Vejer de la Frontera cuenta con castillo. También aquí el edificio, que es del siglo X fue levantado sobre la base de otro anterior de origen árabe. Se puede visitar el interior. En nuestro caso lo hicimos con unos guías de excepción, niños y niñas que nos contaron perfectamente la historia del recinto. El precio, al menos para nosotros fue la voluntad. El interior, muy abierto, permite caminar junto a las almenas o por el gran patio de armas, que nos deja las mejores vistas desde arriba.



La visita incluye al final del recorrido una pequeña estancia en la que se recrea la vida hace algunos años, con una cocina y una habitación tradicional.


A la salida, junto al Arco de Puerta Cerrada podemos volver a disfrutar de la Judería y el contraste que ofrece el blanco de las calles con la muralla que aún recorre muchos puntos.


En realidad estamos muy cerca del que fue nuestro punto de partida y que perfectamente puede ser el punto de retorno, la Plaza de España. Nos llevará un zigzagueante recorrido por calles, esta vez en descenso en el que no debemos perdernos ni un detalle, porque detrás de cada esquina puede estar nuestro rincón favorito.


Nuestra recomendación para terminar la visita está en la misma Plaza. Vejer está lleno de alojamientos con muchísimo encanto. Quizá el más popular sea el Hotel La Casa del Califa, que ofrece sencillas habitaciones en una ubicación única. Si tu visita es por un solo día te recomendamos que entres y busques su fantástica terraza con vistas al pueblo. Es el lugar ideal para relajaros y repasar todas vuestras fotos mientras tomáis algo.


Los molinos de viento o la impresionante Playa del Palmar, a apenas unos kilómetros y perteneciente a Vejer también merecen una visita. Las prisas nos obligan a dejarlo para otro momento, pero el buen sabor de boca nos hace pensar que volveremos pronto.

EL ATARDECER EN EL FARO DE TRAFALGAR

A apenas 15 kilómetros de Vejer de la Frontera se encuentra este lugar, que sobre todo durante el atardecer tiene un magnetismo especial. Muchos son los que a diario se desplazan hasta allí para disfrutar del espectáculo de la puesta de sol. No se busca historia ni cultura, simplemente energía. El Faro de Trafalgar está dentro del parque natural del Cabo de Trafalgar, en plena playa de Los Caños de Meca, otra de las más bellas y amplias de la provincia.


El coche se deja al lado del camping, en un aparcamiento junto al que a diario se instala un pequeño mercadillo con un modesto bar. Desde ahí hay que caminar varios metros entre las dunas de arena hasta llegar al faro. Parece una peregrinación. Parejas y familias enteras acuden a la llamada. El faro cuenta con más de 150 años de historia. Aspira, entre otras cosas, a que la futura construcción de un hotel de lujo en la zona no rompa el encanto tan particular que ahora tiene.


Desde lo alto del pequeño promontorio es imposible no pensar en alguna de las historia que seguro conocemos de este sitio. La del dios Juno y su ciudad sumergida que algunos submarinistas aseguran haber visto, pero sobre todo la de la sangrienta batalla naval entre franco-españoles e ingleses que deparó la victoria británica en 1805. No olvidemos que Trafalgar es el nombre de un faro español, pero también de una de las plazas más populares de Londres. La guerra tiene la culpa.




La puesta de sol es aquí un bien enormemente preciado y son muchos los que se dan cita para disfrutar de un espectáculo único.

LA NOCHE EN BARBATE

A unos 20 minutos en coche por una sinuosa, pero también bonita carretera se encuentra Barbate. Seguramente no compite con otros lugares en reclamos culturales, aunque no quiere decir que no los tenga. Sin embargo hay una razón de peso para hacer una parada en el camino y esa razón es difícilmente igualable; el atún. Aquí se pesca con la peculiar técnica de la almadraba, un laberinto de redes que hace caer a los atunes en su viaje. Lo primero que hay que decir es que Barbate huele a mar y no es para menos. Quizá en Cádiz estén acostumbrados, pero la impresionante playa barbateña y su amplio paseo marítimo harían las delicias de cualquiera.



Pero no nos escondamos, hemos venido a comer atún, uno de los mejores del mundo y ante nosotros se abre un amplísimo abanico de posibilidades. Nuestra recomendación es la que os harán la mayoría de los nativos, “El Campero”, un restaurante que a los malagueños nos suena a otra cosa, pero que sirve exquisito atún de todas las maneras posibles. La carta es un derroche de imaginación sobre las mil y una maneras de degustar este pescado. Lo hay en entrantes, tapas y platos principales. Cuentan con un menú degustación y pese a no ser especialmente económico, el capricho está más que justificado.




Pues hasta aquí nuestra sugerencia para pasar un día que seguro no olvidareis. Las combinaciones en una provincia tan bonita como esta se multiplican. ¿Qué os parece la nuestra? Si os decidís a probar ya nos contaréis cómo os va. Y como siempre abajo os dejamos algunos enlaces que pueden ayudaros a planificar la escapada.








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